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lunes, 1 de febrero de 2010

el lagarto en la rendija: sólo niños...

El lagarto en la rendija (de la crónica diaria)

sólo niños…

Ayer, sábado a las once de la noche, pasé a buscar a mi vecina y su mamá- una simpática abuelita- para ir a tomar un lisito “acá a la vuelta”, como es nuestra costumbre.
Hay que decir que el barrio sur, como tantos de los barrios del planeta santa fe, ha dejado de ser ese lugar sereno y calmo donde la historia pesa tanto que casi no hay historias para contar ,para convertirse en uno de los centros privilegiados de acción de ladrones y ladronzuelos.

Así que, normalmente, voy mirando para todos lados cuando nos dirigimos-abuelita en el medio- hacia el bar “La Plaza”, nuestro favorito.
Como queda a tres o cuatro cuadras, es copado ir andando en esas nochecitas de calor donde “afuera” está más lindo que “adentro”, como dice mi papá, pero es que aunque quisiéramos tomar un taxi, serían pocos los dispuestos a subirnos por tan corto viaje.

Así es que, nos encaminábamos tranquilamente, cuando en la esquina o mejor dicho a la vuelta de 3 de febrero y 1ero de mayo, se nos presentó súbitamente el siguiente cuadro.
Tres chicos, bien vestidos, uno en una bicicleta grande, de unos catorce años, me pareció, y dos más pequeños de unos doce y once o algo así, charlaban amistosamente ocupando toda la vereda, como suelen hacerlo los chicos del barrio.

Yo bajé a la calle para no perturbar sus confidencias, pero mi amiga y su madre insistieron en la vereda pensando que se iban a hacer a un lado- como correspondía- al pasaje de los mayores.
Es de advertir que la calle no estaba solitaria, a unos diez metros venía un muchacho y se veían pasar autos y las luces-a sólo dos cuadras-de la casa de gobierno.

En un momento veo que en lugar de ceder el paso, el de 14 le dice a mi vecina con voz de pocos amigos “dame todo”. Muy precavida y por eso había llevado sólo dinero y bien guardado entabló negociación diciendo “no llevo nada”, pero yo, que estaba observando la escena sin poder salir de mi asombro y con mi cerebro de sábado por la noche bastante desprevenido, me quedé en la calle paralizada en ese sopor, cuando sentí un fuerte dolor en mi brazo derecho. Sencillamente lo estaban retorciendo como un trapo de piso, entonces , en medio de ese semi-sueño, me doy vuelta y veo un chico de pelo negro que tironeaba de mi bolso y mi brazo como si quisiera arrancarme a ambos.

Como ya lo tengo pensado de antemano(“no te resistas”) traté de ayudarlo con el bolso para que se fuera lo antes posible, pero él no entendió ese lenguaje solidario y siguió forcejeando hasta que lo arrancó cruelmente y de paso me dio otro golpe en el otro brazo, “por las dudas”…

El muchacho que venía caminando hacia nosotros desaceleró bruscamente la caminata hasta que los tres se largaron a la fuga. Todo sucedió muy muy rápidamente. Nadie se percató y si lo hicieron, nadie intervino.

Es obvio que no voy a traer esta escena aquí a mi blog porque me pasó a mí ni porque desconociera el hecho de lo que está pasando en santa fe, la traigo porque quiero reflexionar sobre la clase de “niños” echados a perder antes de poder vivir la juventud y que ya son delincuentes a los diez, once, catorce años. Que probablemente maten o esgriman un arma sin ninguna clase de consciencia ni de valoración de lo que puede ser la vida del otro, y que realmente son capaces de matar por un par de zapatillas.

Ahora, son varios temas reducidos a uno: la zapatilla, la toma a cargo social de los menores con riesgo de delinquir, y la tercera, la seguridad de aquellos que la ligamos sin comerla ni beberla.

Y eso a mí me parece que centra la problemática en tres asuntos fundamentales: 1ero, el par de zapatillas, entendido aquí como igualdad de oportunidades para los niños es y sigue siendo un tema pendiente. Los gobiernos pasan, pero nunca, nunca, se realiza un verdadero abordaje social del tema.

Yo veo aquí al gobierno santafesino preocupado por hacer obras viales y poner linda la cara de la ciudad, pero dentro de poco los santafesinos vamos a tener que emigrar por no poder salir a la calle, ya no se puede estar tranquilo en ninguna parte…esos niños…cuya sola existencia hubiera ofendido a una señora “bien” en el pasado, esta vez no sólo están, sino que exigen y a los golpes. Son duros, quieren que les “den todo” ,no les importa nada, ni tu vida ni la de ellos, ni el presente ni el futuro. No se sabe si los mandan o son ellos los jefes de sus propias bandas, lo único que se sabe es que acechan, en las esquinas de santa fe, para dar su zarpazo. Y dejar la huella ardiente para que no los olviden.

Qué hacemos los “terceros” frente a eso? rediseñar una vida donde poco a poco nos vamos a ir privando de nuestra esencial libertad de caminar tranquilos por una calle? Nos encerraremos a las ocho de la noche como en estados unidos, o con doble reja como en Colombia? O terminaremos comprando un arma?
No habrá otro modo de escapar a lo obvio?

Los dejo con esa pregunta, que no es poco…porque podríamos matarlos, pero no acabaríamos con la denuncia que la delincuencia juvenil representa. Y si los matáramos, no seríamos demasiado diferentes de ellos.
Tal vez habría que buscar algún modo de darles esa oportunidad que no tienen: vivir con dignidad.
Una pregunta difícil para un tema difícil. Pero en el cual se hace poco, o no se hace mucho, o no se hace lo necesario.


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Marta, 31 de enero del 2010

el lagarto en la rendija: sólo niños...