Mi blog como bailaora se llama:
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jueves, 28 de enero de 2010

la minucha


La minucha (dedicado a avel córdoba)

Avel me dice que tengo que escribir las locuras que digo, por ejemplo, cuando le cuento que duermo con la minuit en la cabeza porque me corta las pesadillas.
Es la verdad. He leído en alguna parte que los gatos absorben la locura de la gente y después (como en el proceso que transforma el anhídrido carbónico en oxígeno)la falta palabra durante las largas horas que duermen.
Desde que conozco a Minuit-mi gatita-, que de noche se convierte en “la minuchita”, he observado que no tengo más pesadillas. Al contrario, los sueños son largos y coherentes, y me gusta quedarme en ellos para saber más, como en las películas. Mi psiquiatra la llama “mi objeto transicional” perfecto. Tal vez.
Por ejemplo, anoche. Soñé con un amor de mis treinta años. Un loco de la guerra que a los quince días de amarme desesperadamente me dijo que no me quería, y luego me llamó por teléfono-y yo envuelta en lágrimas- para decirme que me quería y que quería tener un hijo conmigo, y después que no me quería y después que me quería y así…hasta que nos acostumbramos y estuvimos varios años en ese juego cruel, yendo y viniendo y cada despedida era horrible y cada reencuentro era una delicia y bueno…dice Lacan que el amor son dos patologías que encajan perfectamente, pero quería hablar de éso sólo a modo de ejemplo. Porque si anoche hubiera soñando con él sin la minucha en mi cabeza, seguramente habría sido una pesadilla. En cambio ella se acomoda como un turbante sobre mi negro pelo y bueno, llega daniel al sueño y en verdad no cambia mucho de la realidad, me dice que no me quiere, que no me puede querer, pero quiere vivir conmigo…y yo, como si tal cosa, sin problema…! Como si ya conociera el final…y es que ni siquiera final tuvo el sueño, porque Minuit se las ingenió para que se cortara antes de volverse una pesadilla reiterativa como lo fue en la realidad.
Cuestión que me encantó reencontrarlo en el sueño. A Avel le da mucha risa pero es así.
Intento entonces explicarle la relación tan especial que tengo con mi gatita, ella vino para cubrir un vacío muy grande que se instaló cuando se enfermó mi madre y ya no pudimos charlar juntas. Así que la gatita tiene status de persona. Y lo que es mejor, sigue siendo gata, sigue siendo felina, sigue sin entender cuando la reto y vuelve a hacer sus fechorías, por ejemplo, trae un grillito de la calle a casa y lo ultima en el hall. Jugando, claro, pero es una cazadora, como sus ancestros y parientes más feroces…ya verás, me decía un amigo…cuando te traiga un pajarito muerto!
Creo que ya estoy preparada para todo, para aceptar la Minuit de poderes mágicos y la asesina, la maravillosa peluche blanca y negra que se estira como una bailarina a lo largo de mi cama y toma agua del chorro de la canilla porque es más fresquita y también la que me muerde los dedos gordos cuando salgo de la ducha. La que me araña y la que me lame la cara con su lengua áspera y me despierta cada mañana con una pata mullida en la cara , su caricia.
Hoy escuchamos las dos de madrugada una pelea de gatos. Seguro nos inquietó a las dos por diferentes motivos: a mí, como madre adoptiva intuyendo que alguna vez volverá a casa toda lastimada de amores y peleas y seré yo quien tenga que curarle las heridas, y a ella…quien sabe…quien sabe qué pasó en ese instante por su cabeza gatuna. Lo cierto es que estuvo alerta un rato, y luego se recostó sobre la almohada, se acercó ronroneando y rodeó mi cabeza, estiró sus patas blaquinegras, sus patas larguísimas y me arañó pero sólo un poquito…yo lo aguanto …porque se que termina rápido, luego-porque aún es chiquita- cerró sus ojitos, estiró sus orejitas y con un gesto en la boca parecido a una sonrisa de placer, volvió a dormirse, un ratito antes que yo.

Para avelito, mi cantaor y amigo, que me pidió que escribiera estas “locuras de mi vida con la minuchita”.Marta Bernazano, 16 de enero del 2.010

lunes, 11 de enero de 2010

Simplemente Sandro

Simplemente, Sandro

Hacía mucho tiempo, yo casi no lo recordaba, así como-en la precipitación del presente y sus urgencias, tampoco recordaba las dulzuras y rudezas de mis trece, quince años. Lo dulce, cuando empezábamos a soñar con el amor, lo rudo, los pequeños desencuentros, los ingenuos desencantos, en una palabra: la infancia del amor, la pubertad de la pasión, el dolor de la adolescencia. Efervescencia, espuma de los días, romanticismo que creaba la ilusión del amor y el primer deseo. Primer beso, depositado en los labios de una imagen del ídolo…mientras un trigal se estremecía entre sus brazos…

Para la gran mayoría de las mujeres que crecimos en los sesenta, Sandro era aquel que nos enamoraba porque conocía algo de nosotras que intuíamos apenas, y eso era quizás, aquel romanticismo que llevaríamos a lo largo de la vida contra viento y marea. Aún cuando el tiempo y los avatares de la vida nos hubieran arañado de frente y perfil. Aunque le hubiésemos sido infieles casándonos con otro.
Él mismo trataba de explicarlo, refiriéndose a sus fans: “ -yo no se lo que me pasa con mis nenas”, “cuando canto se produce una química que hace que de pronto yo tenga veinte años y ellas tengan quince ” .Y el tiempo no ha pasado: están allí atrapados por la magia de la canción y del escenario y de las palabras. Que a lo mejor no hablan a ciertos oídos más literarios, pero que sí saben nombrar las cosas que calan hondo en el alma de la gente sencilla.

Y quien posee esas palabras, es amado. Es algo que resiste los análisis sociológicos .Es pura comunicación, no admite sofisticaciones. No se busca ni se compra, Se tiene, simplemente. Y no lo tiene cualquiera, no lo logra cualquiera. Poder hablarle al pueblo es el privilegio de los grandes.


Sandro vivió la vida,la cantó, la amó, ayudó a gente. También amuralló su intimidad para que no fuera avasallada. Pero cada vez que pudo y supo, emergió de esa muralla para dar lo mejor de sí: su canción, y recibir aquel amor que sus ojos demasiado bellos, y sus labios increíbles hacían aflorar en otros ojos y en otros labios anhelantes.

A veces el público quería desbordarse y él los llamaba al silencio, para hacerlos escuchar y sentir su canción. Y entre sus “ayes” y suspiros, se escuchaba en ese silencio, la respiración entrecortada junto al micrófono. El hombre tan amante de vivir se entrego con aquella misma fe a un transplante de corazón y pulmones.
Su último gesto fue la entrega. En la vida, como en el canto.
Fue acompañado hasta su última morada por cien mil personas, el pueblo que lo siguió desde su infancia, la gente de sus barrios, a quienes sus canciones acompañaron a través de la vida, las mujeres que lo amaron - sus “viudas”- todos quisieron acompañarlo esta vez a él.
El cortejo se pobló de rosas rojas.

La gente lo lloraba pero él les había pedido que estuvieran alegres…Porque cuando poco a poco el gran velo de la ilusión se levantase, se darían cuenta, de que, “al final, la vida sigue igual”.

Y si, Sandro, seguiremos riendo y seguiremos llorando, temblando, enamorándonos, pero algo sagrado, misterioso y bello se va con vos…es nuestro amor, gitano, del cual tanto sabías!

Hoy soy una niña adolescente volviendo por las veredas de la escuela…es el año 67 y voy tarareando tus canciones…

Marta Bernazano
A Sandro, enero del 2010